martes, 26 de febrero de 2019

IV. "Sofía o los anhelos de dos amantes"

El camino que se bifurca 
Fotografía tomada en Eldorado, CO. (2018)
por Mercedes Yáñez Cervantes


La aurora penetraba lentamente por las persianas coral de su cuarto cuando abrió sus ojos negros. Estiró la mano sobre la mesita de noche de madera donde sonaba la alarma que la despertaba cada mañana para apagarla. Se levantó lentamente de la cama, se dirigió a la ventana, subió las persianas y contempló el mundo que ahora era su hogar. Cerró las persianas y caminó hacia el ropero; se vistió de falda azul, una blusa estilo campesina blanca que le había dado su madre, un cinto de flores tejidas hecho en Oaxaca, sus huaraches beige preferidos de León y el rebozo guinda que su hermana le había traído de uno de sus viajes a Chiapas. Observó por unos instantes su reflejo en el espejo; ya no se conocía, ya no era la misma que había llegado a la vieja Valladolid hace dos años.

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Cruzó la calle, entró a su escuela e inició su camino de diario hacia su salón. Caminó sobre la banqueta que lleva al jardín botánico; pudo llenar su alma de esencias florales y frutales antes de desviarse por el camino árido que la guiaría a su destino. 
Entró sin tocar la puerta, tomó asiento y escuchó la clase: Atala, Iracema, María...

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Dieron las 11 de la mañana, recogió sus cosas y una vez más, un día más, uno más de tantos, se dirigió hacia donde sabía que él estaba, donde él la esperaba.

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"¡Sofía!" escuchó decir a Azul "¡Espera!" Sofía se detuvo, volteó su rostro y sus miradas inundadas de anhelos, nostalgia y desdicha se cruzaron. "Yo también te quiero... Tú eres mi luna, mi sol y mi aire... mi vida... no lo olvides... Por siempre estará escrito en mi libro que no se borra tu nombre: Sofía"

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